¿Por qué tenemos diferentes tipos de sangre?
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La Medicina Humana se había planteado, desde el Renacimiento, las posibilidades terapéuticas de introducir sangre nueva en las venas de enfermos.
A partir del siglo XVII, se produjeron los primeros intentos de llevar la idea a la práctica, pero fracasaron. La primera transfusión de sangre exitosa fue realizada entre 1818 y 1829 (no se sabe con exactitud) por un obstetra británico llamado James Blundell.
Aunque en realidad Blundell tuvo éxito a medias, puesto que de las 10 transfusiones que realizó y documentó durante un periodo de 5 años, solo la mitad tuvieron éxito debido a la incompatibilidad de grupos sanguíneos.
Todo cambió a partir de 1900. Ese año, el austriaco Karl Landsteiner explicó por qué cuando se juntaban muestras de sangre de distintas personas, con cierta frecuencia se formaban coágulos y eso provocaba problemas a los enfermos.
Los grupos sanguíneos
Landsteiner definió tres tipos sanguíneos, A, B y C (que finalmente acabó bautizándose como O) y, dependiendo de cómo se realizará la mezcla, se formaban o no los coágulos, que podrían incluso matar al paciente. Landsteiner recibió el premio Nobel de Medicina en 1930 por este descubrimiento, que por fin hizo seguras las transfusiones de sangre.
Este es uno de los descubrimientos más importantes de la medicina humana del último siglo, pues las transfusiones sanguíneas salvan millones de vidas diariamente. Si una persona recibe un tipo de sangre que no es compatible, su cuerpo lo atacaría sintiendo que es algo dañino y la persona no podría ser salvada.
La incompatibilidad de los grupos sanguíneos surge debido a que no todos los glóbulos rojos son iguales. Es decir, que quienes pertenezcan al grupo A tendrán el antígeno A, y de la misma forma quienes formen parte del grupo B tendrán el antígeno B. Quienes pertenezcan al grupo AB tendrán los dos, mientras que los del grupo O no tendrán ninguno.
Qué es un antígeno y por qué es importante
Se trata de una sustancia que al introducirse en el organismo induce en éste una respuesta inmunitaria, provocando la formación de anticuerpos. Los antígenos son básicamente proteínas con azúcar que sobresalen a la superficie de los glóbulos rojos.. Si se utiliza sangre del tipo A en una persona que pertenece al grupo B, el cuerpo de este último no reconocerá esa sangre y su sistema inmunológico responderá generando anticuerpos.
Como el grupo O no contiene ningún antígeno, la sangre de las personas que pertenecen a este grupo son compatibles con todo el resto de grupos, puesto que no puede haber reacción inmunológica por parte de los receptores.
El factor Rh
Otro de los importantes descubrimientos de Landsteiner, que permitió mejorar aún más las transfusiones sanguíneas, fue el factor Rh. En 1940, y junto al investigador norteamericano Alexander Solomon, descubrió el factor Rh al inmunizar conejos con sangre de monos Rhesus (de los que toma el nombre de Rh).
Aunque se había ganado mucho el descubrimiento de los grupos sanguíneos, todavía se producían episodios de hemólisis (destrucción por explosión de los glóbulos rojos). Además del grupo sanguíneo en las transfusiones, el factor Rh es clave en el embarazo, puesto que si la madre tiene un Rh negativo y su hijo un Rh positivo, puede inmunizarla y, por tanto rechazar al bebé como si fuera un intruso en su cuerpo. Hoy esto se soluciona con una simple inyección.
¿Conoces tu grupo sanguíneo?
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